martes, 28 de febrero de 2012

JORGE LANATA: LA CONVERSIÓN

El término conversión suele utilizarse en cuestiones religiosas. Sin embargo, también es potable hablar de conversión cuando se trata de un caso como el del periodista y colega Jorge Lanata quien, de tener un importante pensamiento social y hasta izquierdoso, pasó a integrar el grupo de ultraderecha Clarín. Recordamos que en el año 2000, en una entrega de premios Martín Fierro a la Capital, nos acercamos para exponerle el caso del diario Crónica, entonces en manos de un gran periodista como Héctor Ricardo García, pero que no había cumplido ni con sueldos ni con nuestros aportes jubilatorios, dinero que hasta este 2012 todavía no apareció, cuando el diario está en otras manos. Nos dio su email y le escribimos. Nunca nos respondió. Éste fue el primer síntoma de que el Lanata que "creíamos", no era tal.
Mientras tanto, lo vimos en diferentes señales de cable, también en canales de aire, pero nunca del Grupo Clarín, y al frente de diarios que luego quebraron.Lanata aseveró hace poco que cumplió con todas sus deudas, contraídas por la quiebra de las empresas periodísticas que comandó. Le creemos.
No es lo importante en este breve comentario: lo importante es que ahora pertenece al grupo Clarin. Ya comenzó en Radio Mitre, luego del espacio de Chiche Gelblung, abotonado a Canal 13 y el cable con sendos programas y también a la radio mencionada del grupo Noble-Magnetto.No queremos olvidarnos de que, en el mientras tanto, Lanata se peleó a muerte con Majul, luego volvió sobre sus pasos y el año pasado lo vimos como invitado dominical de Luis Majul, al que todos critican pero al que todos necesitan.
La pregunta que sobrevuela nuestro comentario es si a un colega que cambia de "bando" como Lanata uno puede creerle. O si su opinión está libre de presiones en un medio que está caracterizado por una verticalidad de pensamiento a ultranza. Si no tiene condicionamientos. Nos permitimos dudar porque el "grupo" tiene su manera de hacer periodismo. Baste el ejemplo de Joaquín Morales Solá quien suele realizar metáforas ramplonas, es decir, nos cuenta una parte de la oración, la que le conviene al grupo, y nos deja con preguntas rondando que no suelen tener jamás respuestas.
Esta conversión de Lanata, porque así sentimos que está actuando, nos duele. Creímos en él, un hombre que solía decir las cosas de frente y con valentía. En cambio, en reportajes que le han hecho en ciclos del "grupo" no parece tener la misma pasión por una oposición sana y convincente sino un leve sentido de la afirmación o de la aseveración tratando de no golpear lo que él sabe que al "grupo" no le conviene. Es para no mirarlo por TV, es para no escucharlo más por radio, donde comparte programación con personas a las que puede respetar pero con pensamientos que fueron diametralmente opuestos al suyo como el de Chiche Gelblung o el de Magdalena Ruiz Guiñazú.
Supongamos, finalmente, lo mejor: que Lanata no se convirtió, no cambió de "bando", por decirlo de alguna manera. Igual, este Jorge Lanata ya no nos gusta, no nos convence y dudamos de que su opinión sea tan libre como desearíamos.

MACRI Y "SUS" CARNAVALES

Se nos ocurre que el adinerado jefe de gobierno porteño Mauricio Macri gusta de los carnavales en Río, luego de los de Corrientes y Gualeguaychú. Y que ha pensado que los "carnavales" porteños tenían que ser "para los pobres", cortando avenidas en 35 lugares claves de la ciudad capital, montando escenarios y sin comparsas. Raro carnaval pensado para esta sufrida ciudad.
Quienes vivimos cerca de Callao y Corrientes hemos sufridos estos carnavales macristas. Nada de comparsas como tales, nada de carruajes alegóricos, nada de nada. Solo pequeños grupos de chicos con estandartes muy pobretones y bombistas de cancha de fútbol para "alegrarnos" los sábados de carnaval hasta las 2 de la mañana. Eso sí, la reglamentación se cumplió a rajatabla.
Sin tener en cuenta, también es cierto, que hay decibeles soportables para el oído humano y otros que no lo son. Es el caso de los bombistas: golpear los bombos a lo loco, sin pasión y sin pudor, con furia, no es música de carnaval. Ni siquiera es ritmo, éste tiene una serie de coordenadas internas que deben cumplirse. Es lisa y llanamente ruido que Macri no debió tener en la puerta de su casa. Por eso tuvo la brillante idea de "devolvernos" un carnaval que la ciudad de Buenos Aires nunca tuvo. Si fue para congraciarse con los vecinos, que no lo volveremos a votar, perdió una buena chance.
Debió llamar a una consulta popular que se hace sin costos: un buzón en la puerta de la jefatura porteña donde los ciudadanos pudiésemos haber dejado nuestra complacencia o todo lo contrario.
Hay una clara discriminación entre los barrios por parte de Macri y su gente: los del Norte y Palermo Chico, tal vez ahora Puerto Madero, tienen más chances de lograr limpieza y espectáculos acordes, si es que lo permiten, que los que vivimos en otros barrios porque a Macri no le importamos. Macri, luego de lo que hizo con el teatro Colón, aunque veamos su auditorio resplandeciente, no debiera seguir gobernándonos. Macri entiende un gobierno para pocos, los ricos como él, y al resto de los porteños nos mandan al tacho de la basura. Sus carnavales fueron eso: un montón de basura, ruidos y nada de comparsas. Quienes fueron llamados, tuvieron voluntad de hacer algo pero, sin arte, no se va a ningún lado, porque el arte popular, es bueno recordarlo, también tiene normas que hay que cumplir.
Tal vez, le guste autoflagelarse y que lo odiemos. Todo lo contrario al sentir del ser humano que suele buscar que lo amen, como sea, pero que lo amen. Raro, muy raro.