“33 VARIACIONES”, DE MOISÉS KAUFMAN
Teatro Metropolitan Citi, Buenos Aires.
DIRECCIÓN DE HELENA TRITEK. CON MARILÚ
MARINI, LITO CRUZ, MALENA SOLDA, RODOLFO DE SOUZA, FRANCISCO DONOVAN, GABY
FERRERO, ALEJO ORTIZ, NATALIO GONZÁLEZ PETRICH. PRENSA: SMW. TÉCNICA: Jorge
Ferrari, Eli Sirlin, Mini Zuccheri, Susana Rossi, Pablo Abal, Jorge Pérez,
Martín Henderson, Albertina Klitenik, Ana Passarelli, Verónica Alcoba,
Florencia Antacle, Germán Rúa, Johanna Wolf, Sisso Chouela, Romina Juejati,
Gabriela Koga, Diego Pando, Damián Zaga, Ariel Stolier. Productor General:
Pablo Kompel.
Desde
el tema propuesto hasta el más mínimo detalle, la puesta de “33 Variaciones” de
Helena Tritek conmueve por su excelencia. La pieza es del venezolano Moisés
Kaufman, radicado en New York y versa sobre la fascinación que tuvo el gran
Beethoven con un mediocre vals de Anton Diabelli, editor del siglo XIX quien envió
su vals a 50 compositores en 1819 y Beethoven, que en principio había sido el
único en rechazarlo, posteriormente se tomó varios años componiendo variaciones
sobre cuatro notas iniciales del trabajo de Diabelli. Kaufman recrea un
paralelismo ficticio entre una musicóloga (Marilú Marini) que viaja a Bonn para
analizar los originales del compositor, y el momento en que Beethoven inicia la
composición de las variaciones, al mismo tiempo que compone su Misa y la Novena
Sinfonía.
Dos
épocas, dos tiempos diferentes, unidos por dos personajes. Una lo sueña. El
otro contribuye a sus sueños desde el pasado con su música. Marilú Marini es “Catalina”,
la empecinada musicóloga que padece de una esclerosis que va avanzando.
Beeethoven está a cargo de otro gran actor, Lito Cruz. Poco son los actores que
pueden encarnar al genial alemán por condiciones físicas y temperamento. Sin
duda, además de Gary Oldman, está Lito Cruz. Malena Solda es la hija de la
musicóloga, mientras que, en el plató, se despliegan con certera utilización
del espacio, el pianista (el joven entrerriano Natalio González Petrick), el
secretario de Beethoven (Alejo Ortiz), el enamorado de Clara-Solda a cargo de
un medido y cálido Francisco Donovan, la curadora de las obras de Beeethoven
que encarna Gaby Ferrero dándole el matiz germano requerido y el editor
Diabelli, otra muy buena composición del reconocido Rodolfo De Souza.
La
obra de Kaufman nos habla de la comprensión de la creación en sí, la
turbulencia de la vida que genera trabas como una esclerosis y una sordera, el
tesón por continuar el camino elegido, la comprensión de una hija a su madre,
de un editor a su compositor y, en el medio, las personas que ayudan a unos y
otros con piadosa generosidad. Y también nos descubre qué pudo pasar en el alma
de Beethoven para lograr 33 variaciones sobre un pequeño tema musical (¿superar
a las 32 de Golberg de Bach, tal como se indica? ¿Superarse a sí mismo en su
genialidad, de la que era conciente?).
La
puesta de Helena Tritek es portentosa, precisa y preciosa. La escenografía de
Jorge Ferrari y el vestuario de Mini Zuccheri, desde lo visual deslumbran por una
concepción minimalista que atrapa. La utilización de los laterales y del
mobiliario marcan además búsqueda de una perfección escenográfica alcanzada. Y
si bien la excelencia nos asombra a cada momento, caben señalar algunos
momentos de actuación fascinantes: los actores cantan, los actores danzan, con
afinación y gracia. Van cautivando al público con cada gesto. Marilú Marini
tiene tamaña ductilidad física en el rol de esta madre musicóloga afectada por
esclerosis que golpea el corazón por la naturalidad. Lito Cruz es el hallazgo
para este Beethoven desmelenado, gruñón insufrible, que tiene la música en su
cabeza y la sueña porque no puede escucharla más que allí, en su mente. Hay un
momento en que Lito Cruz, con la ejecución de una de las variaciones a cargo de
Natalio González Petrich (su ubicación en la escenografía es fantástica), se
planta en mitad del escenario y va recorriendo las tonalidades de la obra,
marcando los pianissimos y los fortissimos, intenta tocarla con sus dedos en el
aire. En otra instancia, se produce el encuentro entre Catalina y Beethoven, hallazgos
de Kaufman y de Tritek, de quien todo ha sido dicho ya.
Que
Beethoven esté (reposición) en la cartelera porteña, que un elenco altamente
probado haga suyo un escenario, que una de las mejores directoras sea la mano
invisible que une almas, música y escenografía, nos indican que el teatro
nacional es para seguir aplaudiéndolo de pie. La excelencia se adueñó de esta
obra y este elenco en el corazón de Buenos Aires.
Elsa Bragato